Las crónicas libreras de Simón Rojas: "Un Clásico"
- Simón Rojas, (Tijuana, 1980); zurdo
- 5 oct 2015
- 2 Min. de lectura

UN CLÁSICO
A mediados de los años ochenta el protagonista de esta semblanza estudiaba Geografía en la UNAM, era militante del Partido Comunista e integraba una compañía de teatro callejero. Con eso quizás esté todo dicho. El Partido le entregaba una credencial que lo habilitaba para vender material cultural —propaganda de izquierda bajo la modalidad de libros, afiches y casetes— en las calles del centro, la Alameda Central y finalmente en las cercanías del metro Balderas, desde donde, luego de vender, se trepaba al vagón rumbo a Ciudad Universitaria.
En aquel entonces, no existían en el corredor de Balderas, los puestos metálicos de hoy ni infraestructura comercial de ningún tipo, de modo que nuestro personaje exponía su mercadería simplemente sobre la acera. Con lo que sacaba, al aludido le alcanzaba y hasta le sobraba, y así, un buen día, abandonó la carrera de Geografía y se dedicó cien por ciento a la venta de cultura revolucionaria: un rubro de nuestra economía siempre rentable.
Hacia el final de la década, mientras en Europa se descorría la Cortina de Hierro, en Moscú la Perestroika daba estertores de moribundo y un gringo japonés decretaba el fin de la historia, a Balderas arribaba la novedad de los locales de metal. Entonces nuestro hombre captó el mensaje: junto a los libros de Lenin y casetes de Víctor Jara, concluyó que no estaría nada mal exhibir material menos rojo o más acorde a los vientos de una época donde la palabra “comunista” comenzaba a sonar a arcaísmo.
Actualmente su local ofrece una variedad bibliográfica sorprendente, irregular, dispuesta en un cuidadoso desorden. Por lo demás, el individuo vende y vive sin sobresaltos, aunque de esto no debieran enterarse sus acreedores, que pocos no son. La antigüedad, las dotes de histrión y un desarrollado sentido de la curiosidad le otorgan cierta ventaja: es viejo conocido de coyotes, clientes, policías, delincuentes, artistas caídos en desgracia y cuanto vago pase por ahí; es decir que todos, en algún momento, nos damos una vuelta por su local.
Si alguien desea enterarse de cualquier triquiñuela, chisme o de determinado suceso acaecido en el corredor de Balderas y/o en el más amplio mundo de la mafia de los libreros, es recomendable que vaya con él. Y si alguien quiere mantener ese antiguo y vergonzoso secreto bajo llave, pues es mejor que no vaya y permanezca tranquilamente en casa, descifrando la alquimia del verbo.
Tinta por Braco le Grand
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