La mirada pesada, un cuento sobre libros
- Simón Rojas
- 21 mar 2016
- 2 Min. de lectura

Tengo la mirada pesada y por eso no puedo trabajar solo. Si un poli me ve de frente, de inmediato sospecha. ¿Ves? Tengo un ojo malo, tengo un ojo malo y eso hace que la mirada, aunque yo no quiera, se me ponga pesada. Y así, te digo, no puedo trabajar solo. Entonces Ximena. Al principio yo dudaba. ¿Por qué iba a confiar en ella? Hay mujeres que cuando menos se espera se ablandan, y eso es peligroso. Pero yo necesitaba plata y nadie más que Ximena estaba ahí. Habíamos estado de novios y hasta llegamos a compartir un departamentito en la colonia San Rafael, hace muchos años, pero no funcionó. Si quieres un consejo mío, nunca hagas algo parecido a eso. No puedes dedicarte al oficio y dártelas del hombre de la casa. O te dedicas al oficio y vives solo, o te casas. Pero yo, como ves, al final acepté la idea de Ximena, una solución intermedia que hasta el momento ha caminado bien: nos separamos, ningún compromiso, nadie le rinde cuentas a nadie, pero nos ponemos a trabajar juntos y cada uno saca su parte en el negocio. Puedo con cualquier libro, tú sabes, pero si los clientes me dieran a elegir preferiría los de arte, los libros caros, esos que te pueden salvar una semana completa y a veces hasta dos. En ese caso le doy su parte a Ximena y me voy de farra por ahí, aunque de pronto los dos nos damos un lujito en algún hotel de los caros. Ximena es una de esas hembras que apenas entran a un lugar todos los cabrones miran. No es guapa, tampoco fea, pero si pasa cerca tuyo igual te fijas en ella, como un gesto… como un gesto que no piensas. Eso les debe pasar a los polis: ella se mueve por los pasillos, se toca el pelo, a veces me ve de reojo, otras veces hace como que yo no existo, y en todo ese tiempo los polis se apendejan y no pueden dejar de mirarla. Y entonces aprovecho. Aprovecho para sacar un libro de los caros, ojalá de arte, ya te dije, uno de Orozco… o uno de Posadas o por ahí uno de Cezanne, pero si no, si está muy difícil, me voy con uno de ésos de filosofía, ¿tú sabes por qué carajos son tan caros los libros de filosofía?, bueno, mejor para mí, el cliente siempre tiene la razón y yo no me quejo, aunque la verdad es que se me hace una pendejada pagar ese precio por un libro sin imágenes y con portada fea. El otro día vi un libro de filosofía, uno de esos de Herder o de Trotta o de Pret-textos (da lo mismo), arriba de dos mil pesos. ¡Dos mil! ¡Se volvieron locos! Y yo te digo: si me agarran algún día, Dios no lo quiera, no será por un libro de filosofía, eso te lo firmo. Será por un libro de arte, será por una joya, por una verdadera joya que realmente valga la pena. La pena de Ximena y la pena mía.

Comments