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¿Quién recuerda?

  • Luis Rodiz
  • 5 abr 2016
  • 2 Min. de lectura


Habrá quién tenga memoria del primer ejemplar que compró en una librería de viejo. Al tratar de realizar este ejercicio, hay tres ejemplares que se disputan la candidatura, pero dos de ellos parecen ya no figurar en el inventario que ha recorrido la vista, por lo que se descartan.

El que se propone ganador es Memorias de un misionero que sigue intacto (inlecto, si el idioma lo permitiera) desde el viaje escolar a Chiapas. Eran años bachilleres, preparatorios. Para entonces había una vocación sacerdotal que terminó desvanecida, pero que al momento de adquirirlo, resultaba imperativa y tan cierta como la voz divina en el pecho. El libro era una confirmación de identidad para entonces (y lo fue para siempre: apenas leer las primeras páginas, el entusiasmo lector se desvaneció, acaso también con la vocación).

Aparecen, al azar, estas palabras, en las que pregunta un sacerdote africano al misionero: “¿por qué has venido aquí entre nosotros” Recuerdo todavía la respuesta: <<Me lo preguntas tú, que eres ‘maestro’? He venido aquí porque creo que Jesús ha resucitado y quiero que todos lo sepan>>”.

Los libros no son oráculos y nada puede serlo, pero hay una respuesta que extraer siempre. Si uno pregunta al libro “¿por qué has venido aquí?” seguro habrá una contestación, una noticia que debe saberse. El ser humano es una máquina de significar: en todo encuentra un signo. Preguntar a un libro “¿por qué viniste?” es responderse a sí mismo “¿me lo preguntas tú, que eres ‘maestro’?” No hay más respuesta que la que guarda la lectura. El libro retuvo en sus páginas el recuerdo de esa primera adquisición, de esa creencia vocacional. La verdadera pregunta es: “¿quién recuerda?”

 
 
 

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