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AUSENTE AUSENCIA DE ARLT

  • Simón Rojas
  • 20 jul 2016
  • 2 Min. de lectura

Hasta hace no mucho tiempo la llegada del 26 de julio era motivo de celebración popular en América Latina. Tal vez lo siga siendo para bastantes, aunque para otros sólo viene a significar un recuerdo más bien triste: simplemente es el día en que a los 42 años murió Roberto Arlt. Y con la ausencia de Arlt desaparecieron de la lengua española los técnicos abocados a engranajes de este estilo: “No te diré nunca cómo fui hundiéndome, día tras día, entre los hombres perdidos, ladrones y asesinos y mujeres que tienen la piel del rostro más áspera que cal agrietada”. O de este otro: “la mujer deja su sartén en el suelo y se tiende en la cama, con una sonrisa desgarrada mientras entreabre las crines que le ennegrecen el sexo.” O de este otro: “Hablaba sordamente, sin interrupciones, como si recitara una lección grabada al frío por infinitas atmósferas de presión, en el plano de su conciencia oscura.”


Pero la ausencia de Arlt se da también en los estantes de las librerías, al menos en los estantes de las librerías ubicadas hacia el hemisferio Norte del continente americano. En el local, sin ir más lejos, y aun cuando hay quienes tímidamente preguntan por Arlt, suele ausentarse incluso El juguete rabioso, su novela más conocida. Ni qué decir de El amor brujo, su novela tal vez más desconocida y también más floja, o de El criador de gorilas, aquel volumen desaforado de sus “cuentos africanos”.

Alguien dijo que después de leer a Borges ya no se puede seguir teniendo la misma idea de la literatura (lo mismo se dijo de Cervantes, de Joyce y de tantos otros); después de Arlt, en cambio, no se puede seguir pensando en la ciudad latinoamericana así como así. No está Arlt (ni Borges) en la guerrilla literaria; está en la calle, aquí mismo, aquí donde nadie regala un cuesco y donde sin embargo los hombres y mujeres permanecen “y siguen haciendo ‘macanas’ cuando están angustiados”. Es decir que hay un quijotismo vivo en los lectores de Arlt, porque hoy no se puede ser un Funes, ni un compadrito de arrabal, ni un Alfonso Reyes; pero sí se puede escarbar en lo más repugnante de uno mismo, defraudar porque sí y andar con los zapatos rotos hasta llegar a ser un Erdosain, un Astrólogo, un Astier o un Barsut.

Pero bueno, Arlt está ausente, que es a veces la mejor forma de estar. Existe la sospecha de que sus libros se hallen finalmente escondidos tras las noventa mil ediciones de las obras completas de Jorge Luis Borges o tras ese mamotreto espeluznante de Bioy Casares también llamado Borges. Pobre Borges, la verdad: siempre se ve involucrado de alguna manera en la desaparición de Arlt, aunque, como decía Oscar Masotta (otro muerto prematuro), los integrantes de “la derecha intelectual jamás han sujetado un libro de Arlt entre los dedos”.

 
 
 

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